
Pétalos voraces
Nunca debí acercarme a ella, nunca caer presa de su hechizo.
Me advirtieron, pero las advertencias caen en oídos sordos… Ella no era cualquier mujer.
Tenía una seductora aura, verdes ojos de brillo hipnótico. Su piel, suave como la seda de los pétalos de una flor, encubría una amenaza que solo los ingenuos podrían ignorar.
Adoraba observar sus gráciles movimientos, sonrisa maliciosa, fauces afiladas, disfrazadas de sonrisas. Atraía a los hombres con voz melodiosa: opresores cantos de sirena.
Encarnaba la tentación, la destrucción; femme fatale que ocultaba un veneno mortal, planta carnívora que escondía la oscuridad de su naturaleza insaciable.
Aquella hechicera me consumió, su abrazo fue la muerte disfrazada de placer. Devoró mi alma. dejó solo ruinas.
Nunca debí enredarme en su mortífera red, aferrarme a su abrazo letal.
Nunca debí acercarme a ella.
Nunca…
Agneta Quill

