“…Con determinación se giró, observó el marco, la imagen de ambos sonriendo…, lo puso boca abajo encima de su mesita. Cerró los ojos, dispuesta a dejar que los sonidos de la noche la envolvieran…”
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“…Con determinación se giró, observó el marco, la imagen de ambos sonriendo…, lo puso boca abajo encima de su mesita. Cerró los ojos, dispuesta a dejar que los sonidos de la noche la envolvieran…”
“…Antes de comenzar mi historia, me gustaría avisarles queridos lectores: no se dejen engañar, no piensen que nuestro protagonista es la típica criatura con capa y colmillos, ¡ni muchísimo menos! Al contrario, aquel tipo peculiar de nombre Juan, durante el día era una persona normal, con un trabajo común, con una vida corriente…”
“…Éramos un grupo de lo más peculiar, y nos encantaba pensar que aquella fortaleza hecha con ramas y mantas nos protegería de todo lo que sucedía a nuestro alrededor…”
“…Se pasó las temblorosas manos por el cabello, cerró los ojos y permitió que todo el aire que había acumulado en sus pulmones saliera de golpe al exterior. La decisión estaba tomada y no tenía tiempo que perder. Cogió el móvil y marcó primero un uno, luego otro uno y terminó con un dos…”
“…Con sus 65 años, a pesar de su andar pausado, sus zapatos seguían resonando en las baldosas desgastadas de camino a la parada del 45, mientras que los recuerdos se asomaban en cada rincón de aquella calle que había sido testigo de su vida…”
“…En su soledad, aquella loca idea de tener una admiradora secreta conseguía proporcionarle consuelo, ilusorio tal vez, pero tan real para él…”
“…—Nunca he estado mejor. ¿Sabes? Siempre he creído que el primer beso debería ser como la primera página de un buen libro. Tiene que atraparte desde el principio, y mantenerte pegado a él…”
“…«No podía, ¡maldición!» Estaba en juego su vida, su futuro. Apenas era un chaval de dieciséis años. Respiró profundamente, hinchó el pecho, retuvo todo el aire, aguantó hasta que todo su ser le gritó que necesitaba oxígeno. Lo expulsó, y ante él se dibujó la respuesta…”
“…Y en ese instante, se produjo un clic en su cerebro: todo estaba claro. Se despidió de Mildred y se corrió hacia el despacho de nuevo. Había dejado algo a medias: en aquellos papeles estaba la clave del asesinato…”
“…—Para servirle. —Salió de detrás de la barra encendiéndose un cigarrillo. —Y antes de que me lo pregunte, sí, amigo del difunto Arthur Torrance. —le confesó con tono irónico mientras se servía un Old Fashioned. —¿Por dónde íbamos? Ah, sí. También tengo que confesarle que nos vimos la tarde de su asesinato en su casa, y discutimos. —Dio un largo sorbo a la bebida. —¿Alguna pregunta más?..”