Los Richardson cenaban por su aniversario. Cinthia lo miró a los ojos…, estaba embarazada. Tras la sorpresa inicial, la voz de Nicolás, pidiendo una botella de champán, se escuchó por todo el salón…
Anochecía, y su madre, por primera vez, se lo permitió. Sola, a través del sombrío parque, alumbrado apenas por algunas viejas farolas, el sonido de una desconocida voz la sobresaltó…
El cielo plomizo de noviembre la saludó cuando salió directa a recoger el correo de la mañana. Se arrebujó dentro de la bata, mientras que con la mano derecha acariciaba su ya incipiente tripa de embarazada. Cómo la apetecía un chocolate caliente, pensó mientras cerraba la puerta detrás de sí.
“¡Estoy tan hambrienta!”
El sol primaveral de abril calentaba a todos en el jardín. Las rosas apenas habían abierto sus capullos, las margaritas se desperezaban buscando un rayo de luz, y la enredadera se curvaba cual serpiente buscando volver a la vida.
La alegría reinaba en la casa aquella mañana. Todos estábamos desayunando en la cocina, Mel, mi hija mayor, devoraba las tostadas con un hambre voraz. La miré detenidamente, era bellísima con el pelo dorado y los ojos azul cielo.
Como todas las noches, al sonar la campanilla y dar comienzo la hora feliz, la taberna Bierkrug vibraba con el rugido atronador de voces que demandaban su cuota de alcoho
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