La oscuridad, el silencio le rodeaban. No conocía el lugar dónde se encontraba. Estaba perdido. Comenzó a faltarle el aire. El desconcierto de no saber que le tapaba la boca, qué le impedía respirar le estaba volviendo loco.
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La oscuridad, el silencio le rodeaban. No conocía el lugar dónde se encontraba. Estaba perdido. Comenzó a faltarle el aire. El desconcierto de no saber que le tapaba la boca, qué le impedía respirar le estaba volviendo loco.
El café sabía horrible, como siempre, pero a Gloria no parecía importarle. Dentro de aquel Crown Victoria, no conseguía apartar la mirada de ella, hacía poco tiempo que éramos compañeros, de hecho, nunca olvidaría el día en el que el capitán me informó de que trabajarían juntos.
La nieve cada vez caía con más fuerza. Allí parado en la M-40, lo tuvo claro. Armándose de todo el valor que pudo encontrar en lo más profundo de su ser, salió a la carretera asumiendo que llegar a su destino iba a constituir un esfuerzo titánico.
El naranja nunca fue mi color. Allí, tumbada, con aquella aguja atravesándome el brazo, el único pensamiento era ése. Atrás quedaron mis manos manchadas de sangre, su sucio cuerpo, la culpa… La manecilla del reloj se movió, un minuto más y todo acabaría, la muerte recorrería mis vena
La sala era blanca, aséptica. Nunca me han gustado los hospitales. Mejor dicho, toda mi vida me han dado pavor los médicos.
El nudoso bastón sostenía su ya maltrecho cuerpo. Los siglos no habían pasado en vano, y cada hueso, cada articulación, día a día demandaban más su atención.
<< La puerta es barata. Es un hotelucho de carretera. Tantas habitaciones libres era una señal. No tenía que haberme alojado aquí. ¡Va a salir! Nada la va a detener.
El reloj de cuco dio las ocho. Laura continuaba encerrada en su habitación sumida en la tormenta que asolaba su bella cabecita. Nadie la entendía.
El trayecto estaba siendo tranquilo. ¡Qué buena decisión habían tomado! Ese crucero por el Amazonas estaba siendo maravilloso. Le cogió de la mano y le miró a los ojos. Le amaba.
—¡Ring, ring! El sonido del timbre le despertó de su siesta. Se incorporó adormecido todavía. Observó por la mirilla y la anticipación recorrió sus venas. Abrió la puerta despacio…, saboreando el momento. —Buenos días. Soy Rosa, represento a la Asociación de Vecinos. Estamos vendiendo unas papeletas para ayudar a la parroquia del barrio, ¿podría comprarme …