Aracnofobia
«La puerta es barata. Es un hotelucho de carretera. Tantas habitaciones libres era una señal. No tenía que haberme alojado aquí. ¡Va a salir! Nada la va a detener. ¿Salto de la cama y pido ayuda? ¡No! Mejor me quedo aquí, callado y quieto. Si me tapo con las mantas me protegerán. Pero no debo hacer ruido o me oirá. Es enorme, Negra ¡Joder! Cómo me miraba desde el rincón. La saliva le chorreaba entre los colmillos. ¡Qué asco! Era verde, hedionda. Está en el baño, esperando su momento. Me acecha. La escucho tejer. Está agazapada, preparando su tela. Va a enrollarme en ella. ¡Voy a ser un capullo! Seré su cena. No puedo moverme. ¡Mi cuerpo! ¡Mis piernas! Ni los brazos. ¡Estoy paralizado! Ya comenzó el sudor frío. ¡Cómo las odio! ¡Aj! ¡Qué asco! ¡Qué grima! Peludas y negras. Siempre tienen hambre. Sus fauces necesitan alimento constantemente. Al final me atrapará y me devorará.
» ¡Coño! Un crujido. La oigo moverse. Son sus patas punzantes. Chocan contra el suelo del baño. Me taladran la cabeza. Está rasgando la madera. ¡Tiene hambre! ¡Me quiere a mí! ¡Soy su presa! Otra vez los chasquidos. La puerta no va a aguantar. Es de mala calidad. No la detendrá. Va a romperla. Va a salir.
» Me comerá. Me envolverá. Sus afiladas patas me desgarrarán. Sus colmillos, su saliva putrefacta. Su mirada repulsiva… ¡Voy a vomitar! ¿Me dormirá antes? No… No. ¡Veré mis tripas! Me sacará los ojos. Clavará sus dientes. ¡Despedazará mi carne! Soy su festín. Soy su plato principal.
» El aire se volvió denso. Algo se ha movido. ¿Hay más luz? No quiero mirar. Creo que sí. ¡La abrió! ¡Está aquí! Recorre la moqueta. ¡Ha subido! ¡Está en la colcha! Mi pierna. Sus patas se deslizan. Avanza. El pijama se mueve. Está dentro. ¡Mi tripa! Sube. Mi pecho. Mi garganta. No puedo moverme. ¡Me mordió! Los colmillos. El veneno. ¡Voy a morir! ¡Quema! ¡Me ahogo! Mi cara. Mi boca. Su saliva. ¡Es asqueroso! ¡Mis párpados! Está abriéndolos. ¡Los arrancará! Ha clavado una pata. ¡Duele! Sale líquido. Tengo que abrirlos… No la veo. Se mueve. ¡No aguanto más! Sigue. Mi oreja. Aprieta. No puede entrar. ¡Lo consiguió! Repta. Mi tímpano. ¡Está dentro! Va a poner los huevos. Muerde. Mi cerebro. ¡Abrasa! Me devora.» —¡Quiero que termine! —su lamentó rasgó la noche.
Agneta Quill