Relatos Cortos,Romance

Luna de miel

El trayecto estaba siendo tranquilo. ¡Qué buena decisión habían tomado! Ese crucero por el Amazonas estaba siendo maravilloso. Le cogió de la mano y le miró a los ojos. Le amaba.

El ruido retumbó en toda la selva, mientras las llamas consumían el barco. ¿Qué había ocurrido? Intentó recolocar sus ideas. ¿Había sido una explosión? Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Dónde estaba Marcos? Deslizó nerviosamente su mirada por los restos del naufragio. ¡No lo veía! Intentó nadar, pero no podía, sentía un dolor agudo en la pierna. Con mucho cuidado intentó palpársela y reparó en la herida. Notaba como manaba la sangre de ella. Volvió a levantar la cabeza, y lo vio. El rostro de su marido sobresalía del amasijo sanguinolento entremezclado con los restos de la explosión.

La angustia se apoderó de él. Intentó olvidar el dolor y nadar hacia Marcos. No lo lograría, la pierna magullada era una tortura.

Y de repente todo se oscureció.

¿Qué era ese ruido? Cada vez lo oía más fuerte. Despertó en medio del agua. La pierna le ardía. El dolor era insufrible. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba Marcos? La angustia le atenazó la garganta, y su mente recordó la escena del cuerpo de su esposo desdibujado entre los restos del naufragio.

Había aumentado la fuerza del río. Entraba y salía del agua. Se ahogaría. Estaba en una zona de rápidos. Tenía que pensar algo pronto. Intentó agarrarse a las rocas, pero no lo consiguió.

El estruendo era cada vez más ensordecedor, cuando lo vio. Al final de la fuerte corriente había una catarata. Moriría. Sus manos resbalaban en las rocas. Necesitaba sujetarse a algo. Cerró los ojos y cayó.

Oía un ruido de motor. Abrió los párpados, lentamente, sin creérselo todavía. Seguía vivo. El dolor había vuelto y con él la sangre, cuando lo notó. Había sido como un pequeño mordisco. Miró hacia abajo y vio un pez. Repasó toda la información que tenía sobre esos animales.

Le había mordido otra vez. Volvió a mirar el agua. Ahora había más. Sonrió. Morir así. Otro mordisco, y otro más. Cada vez eran más seguidos. El agua estaba totalmente turbia a su alrededor. Su sangre le rodeaba y no podía moverse. Notaba los dientes hundirse en su carne. Cada dentellada era peor. La sensación era agónica. Pronto llegarían al hueso.

El ruido le devolvió a la realidad, una lancha se acercaba. Cerró los ojos y tomó su decisión.

Agneta Quill

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