Misterio,Relatos Cortos

Aroma de magnolias

El café sabía horrible, como siempre, pero a Gloria no parecía importarle. Dentro de aquel Crown Victoria, no conseguía apartar la mirada de ella, hacía poco tiempo que éramos compañeros, de hecho, nunca olvidaría el día en el que el capitán me informó de que trabajarían juntos. ¡Admiraba a aquella mujer! Su entrega al cuerpo; el esfuerzo que realizaba…, lo llevaba en la sangre. Todos en la comisaría estaban impresionados con ella, era la que más detenciones llevaba a cabo y nunca la veíamos cansada, derrotada, sino todo lo contrario, rápida, resolutiva; realmente era una leyenda.

—Central a unidad 2315. ¡Contesten! —el sonido de la radio retumbó por todo el coche.

—Agente Ramírez. Adelante —contestó Gloria.

—Reporten su ubicación.

—Magnolia, esquina con Coral —Podía ver como los dedos de mi compañera aferraban con fuerza el receptor de la emisora.

—Acudan al 15 de la calle Dalia. Tenemos sospechas de que allí se encuentra una mujer retenida. Realicen una identificación positiva. —Y la radio enmudeció.

Giré la llave y el coche arrancó. Miré a Gloria, su cabello rubio recogido en una tirante coleta, era fiel reflejo de las rígidas y duras líneas de su rostro, aquellas hermosas facciones mostraban toda la tensión que la dominaba en aquel momento. ¿Qué debía hacer? Nunca la había visto en aquel estado de nerviosismo.

—Ramírez, ¿te encuentras bien? —me atreví a preguntar.

—Sí, no…, no lo sé. No llevo bien los casos de secuestro.

—¿Puedo saber por qué? Si no te importa compartirlo con un niñato recién salido de la academia —Y solté una carcajada nerviosa. En verdad esa mujer me imponía.

—Bueno novato, no sé por qué lo voy a compartir contigo, jamás se lo he contado a nadie… —y su voz se convirtió en un susurro que llenó todo el habitáculo del vehículo…

«Hace ya muchos años…, yo sólo era una adolescente que acababa de terminar el instituto. Siempre que vuelvo a aquel recuerdo, el olor a magnolias del corsage que me regaló mi acompañante me inunda las fosas nasales. Todo iba según lo planeado. El vestido perfecto. El galán ideal. La decoración soñada. Hasta que… No recuerdo bien por qué me fui sola. Durante muchas noches de insomnio he intentado volver a aquel lugar, a ese momento…, pero nada. Todo está en blanco.

» Caminaba despacio por la carretera. Debían de ser las dos de la madrugada, cuando un coche se detuvo a mi lado. Entrecerré los ojos, esperando ver una cara conocida, pero su rapidez, la oscuridad, y todo ello sumado al alcohol hicieron su trabajo.

» Después… Su olor nauseabundo y fétido, el camastro sucio, la venda en los ojos, el peso del cuerpo de mi captor sobre mí, el dolor del frío cuchillo lacerándome la piel, el calor de la colilla de su cigarrillo…

» Y oí las sirenas, y vibré cuando reventaron la puerta de mi celda. Aquel agente con su dulce voz me tranquilizó, me rescató. El oficial Peláez, mi primer compañero cuando entré en el cuerpo.»

—¿Y lo atraparon? —atiné a preguntar.

—No.

La casa parecía estar abandonada, y el olor a basura nos golpeó nada más entrar. Con las armas en alto, recorrimos varias estancias. Miré a mi compañera, todos sus músculos estaban tensos, en alerta.

—¿Has oído? Viene de abajo —dijo.

—Sí.

—Cúbreme —susurró Gloria, para acto seguido abrir sigilosamente la puerta que daba al sótano de aquella chabola.

Lentamente, uno a uno descendimos por unos escalones de madera ajada, mientras sentía como Ramírez aguantaba la respiración. En aquel instante supe que aquello debía despertarle amargos recuerdos.

El ruido cada vez era más fuerte, Gloria se volvió hacia mí y me hizo señas para que me preparase. Se situó junto a la desvencijada puerta y me indicó que yo hiciera lo mismo. Y en una fracción de segundo, cual pantera, con toda la fuerza de su cuerpo, golpeó la madera que se hizo añicos al instante.

Me quedé petrificado ante la horrible escena que veían mis ojos. Gloria, se dirigió rápidamente a liberar a la chiquilla que yacía en aquel camastro, atada por las muñecas y los tobillos y con los ojos vendados. Su cuerpo desnudo estaba asolado por quemaduras de cigarrillo, mordiscos, heridas de cuchillo…

Sentada, con todo el cuerpo tenso, los dedos aferrados como garras a los brazos de la gran butaca, los ojos fuera de las órbitas, fijos en la pantalla… jamás mi mente habría podido idear un final así para la detective Gloria Ramírez, ¡Jamás! Había seguido todas sus andanzas a través de las anteriores películas…, era mi heroína. Además, su nuevo compañero, Felipe Marín, estaba cañón. Tres películas, cuatro años de espera, cinco horas de cola, para…

Gloria hablaba a la muchacha con voz dulce, consolándola, arropándola. Ya le había desatado las muñecas cuando un dolor agudo en la cabeza me hizo perder el conocimiento.

Lentamente abrí los ojos, estaba tumbado, sujeto por unas bridas…

—Juguete nuevo —dijo mientras yo miraba el cadáver de mi compañera —. ¿Ella? Hace muchos años que jugamos juntos.»

Y la enorme pantalla del cine mostró: CONTINUARÁ…

Agneta Quill

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