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Briseida: la brisa sobre el agua.

Capítulo 3.

—Tendrá que servir… —Y todo se detuvo de repente.

Tras decir esas palabras el hombre atrajo a la chica hacia su cuerpo, y con una delicadeza sublime acarició sus labios con un beso. Ambos sucumbieron a la pasión ajenos a los ojos que los observaban a través de la puerta.

No podía creer las sensaciones que le estaba despertando aquel hombre. Nunca en su vida había besado a alguien de ese modo. Y otra vez volvió. Comenzó en su corazón y se dirigió hacia las puntas de sus dedos. Era la misma sensación de electricidad que había sentido antes de romperse el jarrón. ¿Qué la estaba pasando? ¿Se habría enamorado?

—¡Qué daño! —Y todo terminó. —Me has pellizcado. Eres una gata grísea.

Toc, toc. Alguien estaba llamando a la puerta.

—Querido, ¿estás visible? —una voz femenina se coló en la habitación.

El joven se separó de Briseida repentinamente, mientras ésta inclinaba su cabeza como le había indicado Amarine.

—Flagrantio, ¿qué ocurre aquí? ¿Quién es esta criada? ¿Por qué está en tus aposentos junto a tí? —la voz sonaba enfurecida.

—No pasa nada, madre. He roto el jarrón de la cómoda y he llamado a una sirvienta para que lo recoja. No montes un drama, por favor. — La amaba, la había encubierto.

—Muy bien querido. Pero, ¿que tenemos aquí? ¿Cómo te llamas, muchacha? —la voz era cada vez más cercana. La chica sólo podía verle el final de su vestido tapándole los pies.

—Soy Briseida hija de Tully, de Villagris.

—Levanta la cabeza para que pueda verte mejor. —Y con su mano, sujetó la barbilla de la chica obligándola a elevar el rostro.

—Umm, umm… Bien. Voy a presentarme, soy Su Alteza Real Flamitia, de la casa Flavia del gremio de los Ignos y por supuesto soberana de todas las Tierras. Veo que eres la nueva criada. ¿Te ha asignado Amarine a esta zona del palacio?

—Sí, majestad. —Quería desaparecer, hacerse pequeñita. En que lío se había metido.

—Eres un raro animal, pero muy bello. Deberías ser asignada como mi doncella personal. Está decidido. Hablaré con el ama de llaves. — Y desapareció de la habitación.

Continuará…

Agneta Quill

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