“…Ojeó de nuevo las fotografías: el desayuno derramado en el suelo, el cuerpo de mujer cosido a puñaladas…”
Una regla inquebrantable.
“…Todo se detuvo. Sorprendidos, perseguidos, acorralados. Primero, cayó la esclava; después, el soldado…”
Erupción inminente.
“Los cuerpos danzaban entrelazados, desnudos, presas de la música, el desenfreno. La temperatura se elevó, el erizado suelo tembló…”
La araña de seda.
Los Richardson cenaban por su aniversario. Cinthia lo miró a los ojos…, estaba embarazada. Tras la sorpresa inicial, la voz de Nicolás, pidiendo una botella de champán, se escuchó por todo el salón…
Otro cuento de hadas.
Anochecía, y su madre, por primera vez, se lo permitió. Sola, a través del sombrío parque, alumbrado apenas por algunas viejas farolas, el sonido de una desconocida voz la sobresaltó…
Esquiva libertad
El heno de la carreta lo arropaba en su huida; sólo había cogido un mendrugo de pan…
El cardo entre las rosas. Capítulo IV
“…El tacto del suave lino atrapó todos sus sentidos. Deslizó la tela entre las yemas de los dedos…, los tenues cuadros, de distintos colores, dibujados en el tejido cambiaban de color dependiendo de la incidencia de la luz en ellos. El roce delicado de aquel pedazo de paño le trasladó a otro tiempo, a otro lugar. El pañuelo de tartán se había convertido en otro multicolor y su dueña era otra mujer…”
El cardo entre las rosas. Capítulo III
“…Estoy cansado de todos tus disparates. ¡Nunca debí casarme contigo! —El grito de lord Gascoyne le sobresaltó—. Yo sólo tenía un hijo, que era el tuyo también. Mi heredero, no lo olvides mujer, y tus desvaríos han acabado con su vida…”
El cardo entre las rosas. Capítulo II.
Observó la puerta abierta del despacho del duque de Wellesley antes de atravesarla sus tres veces correspondientes. Sin prestar mayor atención al noble; en cuyo rostro había visto reflejada la ira más profunda en el momento en que le divisó a través del arco de la entrada; se dirigió primero a la mesa que presidía la estancia y la golpeó tres veces con los nudillos; instantes después hizo lo mismo con la de las bebidas.
El cardo entre las rosas. Capítulo I.
El sol de julio se filtraba a través de los cortinajes del despacho del Duque de Wellesley, augurando un cálido día en el condado de Somerset. Tres golpes secos en la puerta de la estancia anunciaron la presencia del detective