Ecos vitales

Sé que hablé y mi madre me escuchó. Quizás a través del líquido amniótico, del cordón umbilical.

En el vientre viscoso, cálido: mi conciencia se alzó. El extraño eco de los latidos de mi madre me asustó: Algo estaba mal.

«¡Quiero vivir!» Mis primeras palabras, aunque sin voz.

Grité en silencio, desesperado: anhelaba luz, aire fresco, su abrazo fuera de aquel refugio de oscuridad.

Lo cierto es que hablé y ella me entendió.

Agneta Quill

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