Gustos carnívoros.

Entre todos los muebles que adornaban sus mundos interiores, prefería los carnívoros, aquellos que le amenazaban con devorar lo que les rodea.

Siempre le había resultado curioso, que en la quietud de su propia existencia hubiera visto reflejadas sus emociones a través de diferentes enseres. La soledad: una silla en una esquina, de estructura resistente, pero de acolchado vacío. La tristeza: una lámpara titilante, que lucha por mantener su luz en medio de la oscuridad. La alegría: una mesa de roble, dispuesta a acoger risas y confidencias…

Pero el que me le había colmado y engullido, cada vez que lo había necesitado, había sido el sofá. Negro, frío, de cuero, profundo, mullido, acolchado… Rapaz apasionado, amalgama de sensaciones, ávido de risas, lágrimas, paz y angustia. Capaz de expandirse y hundirse al mismo tiempo, eternamente preparado para atrapar en sus profundidades sus sentimientos más densos y difíciles de manejar.

Entre todos los muebles que adornaban los mundos interiores, prefería los carnívoros, y su desafío era aprender a coexistir con ellos, a pesar de que amenazaran con engullir todo a su alrededor.

Agneta Quill

error: Content is protected !!