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Briseida: la brisa sobre el agua.

Capítulo 1

Era espectacular. Hacía ya un rato que había subido en el eolovector. Su diseño la atrapó, como todas las invenciones que realizaban los áureos. El artefacto consistía en un cajón de grandes dimensiones que ascendía desde Villagris hasta Helios, transportando a los trabajadores gríseos dos veces al día. Volvió a fijar la mirada en las casas de su aldea, apenas podía distinguirlas. Sintió el vértigo de la altura y observó como todo el paisaje amenazaba con desdibujarse detrás de las nubes.

Una masa de gente la escoltó en la salida de aquel artilugio. Todos se apresuraban para dirigirse a su oficio, incluida ella. La esperaba el palacio real junto con un millón de posibilidades. Los nervios que sentía apenas la permitieron disfrutar de la belleza de la capital. Era la primera vez que salía de su pueblo, y la vida de aquellas calles junto con el lujo que emanaban, acabaron por atraparla con cada paso que daba.

Acicaló su rubio cabello, arregló su ropa, respiró hondo y se dirigió hacia la puerta del palacio.

—¡Alto! ¡Quién va! —la voz del guardia la sobresaltó.

—So… soy Briseida y me espera Amarine, el ama de llaves —la voz de la chica era apenas un susurro.  

El guardia la miró de arriba abajo y la acompañó al interior del palacio. Después de recorrer un sinfín de pasillos y estancias llegaron a lo que parecía ser la cocina. El bullicio que existía allí era atronador. Una mujer sobresalía sobre todos los demás, mientras con sus brazos parecía dirigirlo todo.

—¿Quién eres tú? —el vozarrón de la mujer sobresaltó a la chica.

—Soy Briseida, hija de Tully, de Villagris. Me presento para trabajar bajo las órdenes de Amarine. —Intentó que la voz no reflejara los nervios que sentía por dentro.

—Muy bien, Briseida, hija de Tully, de Villagris. Acompáñame. Yo soy a quien buscas. —Y la mujer salió de la cocina.

La chica de un saltó comenzó a andar lo más deprisa que le permitían sus pequeños pies detrás del ama de llaves. Otro sinfín de pasillos volvieron a pasar por sus ojos. Cada vez eran más lujosos y con adornos más elegantes. No se acordaría del camino, era imposible.

—Llegamos. —Y se detuvo con la misma brusquedad con la que salió. —Te encargarás de la limpieza de la zona real. En ella están los aposentos de sus majestades. —Los ojos de la mujer la miraban de forma inquisitiva.

—Sí. Lo he entendido. —Briseida bajó la mirada mientras asentía a las palabras de Amarine.

—Es importante que recuerdes algunas cosas: nunca hables si no te preguntan, no los mires a los ojos, retírate de la habitación que estés limpiando cuando entren. Ah, y lo que rompas, se te descontará de tu sueldo. ¿Entendido? Y ahora, toma el plumero y a empezar. —Y tras dárselo, desapareció por uno de aquellos pasillos interminables.

Continuará…

Agneta Quill

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