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El cardo entre las rosas. Capítulo II.

Observó la puerta abierta del despacho del duque de Wellesley antes de atravesarla sus tres veces correspondientes. Sin prestar mayor atención al noble; en cuyo rostro había visto reflejada la ira más profunda en el momento en que le divisó a través del arco de la entrada; se dirigió primero a la mesa que presidía la estancia y la golpeó tres veces con los nudillos; instantes después hizo lo mismo con la de las bebidas. Una vez terminadas sus ceremoniosas costumbres, se dispuso a hablar con el atónito caballero que seguía inmóvil y boquiabierto observando cada uno de sus movimientos.

—Lord Gascoyne… —dijo cuadrándose delante del aristócrata. —Lord Gascoyne… —Podía sentir sobre él la mirada enfurecida del duque. —Lord Gascoyne… —continuó a pesar de los bufidos del noble. —Lamento informarle de que tenía razón; su hijo ha sido asesinado. Creo conveniente que reúna a todos los habitantes de la mansión para poder interrogarlos —¿Por qué aquel lord inglés tenía siempre ese rictus de perplejidad en su rostro? se preguntó Radcliff antes de continuar. —Esperaré en el salón —concluyó segundos antes de abandonar la estancia sin ofrecer oportunidad de réplica al pasmado noble.

El majestuoso salón de la mansión de verano de los duques de Wellesley estaba repleto con todas las personas que habitaban aquella grandiosa construcción del año 1802. Todos cuchicheaban ante la severa mirada de su amo; todos menos dos que se mantenían en silencio.

El detective Radcliff apoyado contra el papel morado de la pared, salpicado con mariposas doradas y diversos motivos florales, seguía con la mirada cada movimiento y cada gesto de los diferentes sirvientes que hacía apenas unos minutos habían ocupado parte del espacio de aquella majestuosa sala. Lady Petunia junto a lady Birdwhistle, que intentaba consolarla, estaban acomodadas en unos sillones de terciopelo fucsia junto al duque, el cual se mantenía regiamente erguido, con el pecho henchido, los hombros alzados, y mirando fijamente a todos los que allí se habían congregado.

—Cómo algunos ya sabrán, anoche asesinaron a mi primogénito. Les ruego que presten toda su colaboración en la investigación que va a llevar a cabo el detective Radcliff — dijo señalando al investigador, que en aquellos momentos contemplaba con ojos brillantes sus uñas medio mordidas de la mano izquierda.

—Comience por el ama de llaves, la señora Woods —indicó el duque a la par que una mujer de mediana edad y extremadamente delgada daba un paso adelante. —Ella es sabedora de todo lo que ocurre en esta casa.

—Como guste milord —señaló el ama de llaves elevando el gesto y con ello su nariz aguileña.

—No —Fue la contestación de Radcliff, que ocultó su mano entre los botones de la casaca. —Me gustaría empezar por Lady Gascoyne… —La dama dio un pequeño respingo al escuchar su nombre en labios del representante de la ley. — Lady Gascoyne… — La atónita mirada de todos los presentes lo observaba con la mandíbula desencajada. —Lady Gascoyne… —El duque con los dientes apretados se mesaba los cabellos con movimientos nerviosos.

—Cómo quiera —contestó el noble exhalando un suspiro de frustración. —Pero acabe rápido con esta pantomima —el detective observó cómo la desdeñosa mirada del aristócrata se dirigía hacia su esposa que lloraba compungida junto a él. —Se lo digo por su propio bien —gritó el noble a la par que tensaba todos los músculos del rostro y se le hinchaba una de las venas del cuello. 

Lentamente, sin prisa, el servidor de la justicia se dirigió hacia el lugar en el que se encontraban la duquesa y su dama de compañía. Tras repetir de nuevo tres veces el nombre de la dama con sus tres pausas consecutivas, comenzó a interrogarla sobre la noche anterior.

—La fiesta fue maravillosa, un éxito total —sonrió. —Jamás hubiera sospechado que ocurriría la desgracia que nos asola en este momento —Sollozó. —Asistieron todos, incluso la vizcondesa de Midleton. ¡Que vestidos! ¡Todos eran maravillosos! Pero nadie imaginó lo que luego sucedería, ¡Nadie! —gritó entre lágrimas la duquesa. —¿Y los peinados?  ¡Grandiosos! Todo era perfecto hasta… —Suspiró.

—Disculpe milady; lo que necesito que me cuente es cuando vio vivo a su hijo por última vez y lo que sucedió después.

—Cuando terminó el baile, subí a mis aposentos junto a lady Birdwhistle —contestó tras cerrar los ojos durante unos segundos. —Me ayudó a prepararme para dormir. Y eso es todo, detective —la dama volvió a bajar los párpados. —No sé si podré soportar esta angustia y este dolor. ¿Qué piensa usted, lady Birdwhistle?

—Disculpe de nuevo, milady. ¿No recuerda nada más de aquella noche? ¿Inmediatamente, después de que la ayudase su dama de compañía, se dispuso a dormir? —inquirió Radcliff.

—Por supuesto que no —Sacó un pañuelo de seda, decorado por pequeñas violetas ribeteadas en hilo de oro, con el que secó una lágrima. —Observé como dormía mi hijo plácidamente. ¿Qué madre se piensa usted que soy? Yo adoraba a mi pequeño… Incluso dormía conmigo en mi habitación. ¿Qué dama de la alta sociedad hace eso? —La voz de la mujer se convirtió en un chillido. —Ninguna, aunque, ahora que lo pienso, no sé si será importante o no, pero me tomé mi té, como todas las noches.

—Disculpe de nuevo milady —volvió a interrumpir Radcliff. —¿Quién le subió el té?

—La señora Woods, como siempre.

—¿Es eso cierto, señora Woods? —preguntó a la sirvienta que todavía se mantenía un paso por delante del resto de la servidumbre.

—No; tras la fiesta me dediqué a devolver el orden habitual a cada rincón de la mansión y olvidé el té de la señora —contestó arrugando la frente, mientras que los rostros, de todos los allí presentes, se giraron hacia la dueña de la casa.

—No lo recuerdo —continuó la duquesa. —Debe entender que yo estaba agotada por todos los preparativos de la fiesta y no me fijé en quién subió el té. Lady Birdwhistle, ¿lo recuerda usted? —preguntó la dama.

—No, milady; no lo recuerdo.

—No se preocupe, lady Birdwhistle… —Los ojos de la mujer se fijaron en el rostro del detective al igual que el de los demás que los acompañaban en el salón.  —Lady Birdwhistle… —El ayudante de cámara del duque se atragantó a la par que su mirada buscaba la del duque. —Lady Birdwhistle… —concluyó Radcliff; tras lo cual continuó interrogando al resto de la servidumbre.

Habló con todos; les preguntó sobre dónde habían estado, qué habían hecho durante las horas en las que se produjo el asesinato del bebé. Comenzó por la señora Woods; quien tras dirigir la mirada hacia lady Petunia y mover la cabeza de un lado a otro arrugando su aguileña nariz, invocó el nombre de lady Isabelle, la difunta esposa del duque de Wellesley, exclamando al aire que la muerte del heredero no hubiera ocurrido si esta hubiera estado viva; tras lo que le confirmó que no había visto nada extraño la noche anterior; luego pasó a George, el mayordomo personal del duque, que sólo contestó con monosílabos a las preguntas, sin ofrecerle ningún dato relevante; continuó con Grace, una joven sirvienta, la cual le informó de que había sido nodriza con anterioridad, pero que ahora trabajaba como ayudante en las cocinas en la mansión, dónde llevaba apenas un mes.

—¡Maldición! —bramó el duque; los ojos de Radcliff se abrieron de par en par interrumpiendo su interrogatorio a Grace, quién dejó escapar un grito de sorpresa acompañado por un súbito espasmo, que casi logra quitarle el pañuelo que la recogía el cabello.

Ante el pálido rostro de todos, el noble abandonó el salón; y un silencio denso se adueñó de los allí presentes que se miraban alternativamente unos a otros, buscando respuesta a la actitud del lord.

Instantes después, sin haberse repuesto del sobresalto de la salida del señor de la mansión, fue Lady Petunia quién sin previo aviso abandonó el salón tras los pasos de su esposo. Radcliff, frente a aquella escenificación improvisada, dio por finalizado el interrogatorio. << ¿Por qué el duque ha abandonado tan precipitadamente el salón? ¿Y la duquesa? ¿Qué esconden? >> Allí ocurría algo extraño, su instinto policial se lo repetía una y otra vez, por lo que tras esperar unos segundos se dispuso a buscar a los duques y averiguar el motivo de su actitud.

Continuará…

Agneta Quill

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2 Comentarios

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