El cardo entre las rosas. Capítulo V.

“…Las ropas de la sirvienta estaban desgarradas, llenas de tierra y restos de plantas del jardín. Su rostro se encontraba magullado y de su boca y nariz manaban dos ríos sanguinolentos que empapaban la nívea blusa. Las duras facciones del duque estaban contraídas, las aletas de su nariz se movían frenéticamente, los blancos dientes asomaban a través de su rígida boca y varios arañazos le surcaban el cuello…”

El cardo entre las rosas. Capítulo IV

“…El tacto del suave lino atrapó todos sus sentidos. Deslizó la tela entre las yemas de los dedos…, los tenues cuadros, de distintos colores, dibujados en el tejido cambiaban de color dependiendo de la incidencia de la luz en ellos. El roce delicado de aquel pedazo de paño le trasladó a otro tiempo, a otro lugar. El pañuelo de tartán se había convertido en otro multicolor y su dueña era otra mujer…”

El cardo entre las rosas. Capítulo II.

Observó la puerta abierta del despacho del duque de Wellesley antes de atravesarla sus tres veces correspondientes. Sin prestar mayor atención al noble; en cuyo rostro había visto reflejada la ira más profunda en el momento en que le divisó a través del arco de la entrada; se dirigió primero a la mesa que presidía la estancia y la golpeó tres veces con los nudillos; instantes después hizo lo mismo con la de las bebidas.