La hora feliz.
Como todas las noches, al sonar la campanilla y dar comienzo la hora feliz, la taberna Bierkrug vibraba con el rugido atronador de voces que demandaban su cuota de alcoho
Garras
La oscuridad, el silencio le rodeaban. No conocía el lugar dónde se encontraba. Estaba perdido. Comenzó a faltarle el aire. El desconcierto de no saber que le tapaba la boca, qué le impedía respirar le estaba volviendo loco.
Aroma de magnolias
El café sabía horrible, como siempre, pero a Gloria no parecía importarle. Dentro de aquel Crown Victoria, no conseguía apartar la mirada de ella, hacía poco tiempo que éramos compañeros, de hecho, nunca olvidaría el día en el que el capitán me informó de que trabajarían juntos.



