Realidades soñadas
Lo cotidiano se transforma, los límites desaparecen y cada paso te lleva a un lugar que desafía la lógica. Si te atreves a soñar despierto, estas historias te invitarán a perderte en realidades que no siguen las normas del mundo que conoces.
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Melodía de hibernación.
"Doña Elvira, mujer lánguida, serena, y Don Ernesto, hombre vivaz, curioso, se retiraron cada uno a su sillón favorito. Se acomodaron: él, despacio, saboreando cada preparativo previo; ella, rápido, ávida de que Morfeo la atrapara la primera. Cerraron los ojos y…"
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Dulce pecado
El caramelo de su carne me seduce, atrapándome con la promesa de su sabor. Cierro los ojos, intentado capturar en mi retina el sublime momento
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La hora feliz.
Como todas las noches, al sonar la campanilla y dar comienzo la hora feliz, la taberna Bierkrug vibraba con el rugido atronador de voces que demandaban su cuota de alcoho
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El resultado.
La sala era blanca, aséptica. Nunca me han gustado los hospitales. Mejor dicho, toda mi vida me han dado pavor los médicos.
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Sonata para Dannan
El nudoso bastón sostenía su ya maltrecho cuerpo. Los siglos no habían pasado en vano, y cada hueso, cada articulación, día a día demandaban más su atención.
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El principio del fin
El sol se coló por la ventana de la lujosa cocina. Saludaba al copioso desayuno que había preparado. Colocó el sirope de arce con sumo cuidado al lado del plato. A su marido le encantaba aquel brebaje.
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El arqueólogo
Sus pies se detuvieron de repente. El camino había sido arduo y largo. Jamás pensó que su cuerpo y su mente aguantarían tantas penurias. Puso la mano sobre los ojos
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La luz cegadora
El ambiente estaba cargado. Todo a mi alrededor estaba cubierto por una neblina espesa. —¿Estás despierto? —preguntó una voz demasiado chillona para mi gusto. Con mucha pereza acabé por terminar de abrir los ojos. La angustia se apoderó de todo mi cuerpo, y una luz casi cegadora me impidió ver con claridad. Cuando por fin conseguí contar el número de personas que estaban junto a mí, entré en pánico; todas giraban en torno a mi cuerpo. Mi cuerpo…, no lo…
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La llamada
Desde el árbol divisaba una fuente enmarcada en un bellísimo claro. Estaba en alerta. Escuchó el ruido de una rama romperse y tomó su varita mágica