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Destino: libertad
"...Atravesó sus plazas iluminadas, se perdió en los callejones oscuros, saboreó el color de las aceras, el bullicio que le envolvía a cada paso que daba. Sin apenas darse cuenta, la noche llegó a su fin, y sentado en el Malecón observó por última vez el cielo anaranjado de la Vieja Habana..."
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La muchacha de verde
"...Se pasó las temblorosas manos por el cabello, cerró los ojos y permitió que todo el aire que había acumulado en sus pulmones saliera de golpe al exterior. La decisión estaba tomada y no tenía tiempo que perder. Cogió el móvil y marcó primero un uno, luego otro uno y terminó con un dos..."
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Reflejos a medianoche.
"Semioculto entre las sombras las observó: la más anciana, con la visión aún nublada por la conmoción, tomaba un sorbo de café; la mujer de seductora belleza, contemplaba pensativa la piscina, quizás buscando respuestas en los reflejos ondulantes del agua; la joven de mirada color avellana, apretaba su taza con extremada fuerza."
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Inocencia
"...Ojeó de nuevo las fotografías: el desayuno derramado en el suelo, el cuerpo de mujer cosido a puñaladas..."
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Una regla inquebrantable.
"...Todo se detuvo. Sorprendidos, perseguidos, acorralados. Primero, cayó la esclava; después, el soldado..."
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La araña de seda.
Los Richardson cenaban por su aniversario. Cinthia lo miró a los ojos…, estaba embarazada. Tras la sorpresa inicial, la voz de Nicolás, pidiendo una botella de champán, se escuchó por todo el salón...
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Otro cuento de hadas.
Anochecía, y su madre, por primera vez, se lo permitió. Sola, a través del sombrío parque, alumbrado apenas por algunas viejas farolas, el sonido de una desconocida voz la sobresaltó...
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Algo va a pasar... ¿Te atreves a mirar?, El cardo entre las rosas, Ficción, Misterio, Relatos Cortos, Romance
El cardo entre las rosas.
El sol de julio se filtraba a través de los cortinajes del despacho del Duque de Wellesley, augurando un cálido día en el condado de Somerset. Tres golpes secos en la puerta de la estancia anunciaron la presencia del detective
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Giro del destino
El cielo plomizo de noviembre la saludó cuando salió directa a recoger el correo de la mañana. Se arrebujó dentro de la bata, mientras que con la mano derecha acariciaba su ya incipiente tripa de embarazada. Cómo la apetecía un chocolate caliente, pensó mientras cerraba la puerta detrás de sí.
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La gallinita ciega
“¡Estoy tan hambrienta!” El sol primaveral de abril calentaba a todos en el jardín. Las rosas apenas habían abierto sus capullos, las margaritas se desperezaban buscando un rayo de luz, y la enredadera se curvaba cual serpiente buscando volver a la vida.