Relatos Cortos,Romance

La despedida

El bullicio del puerto se mezclaba con el aroma a salitre. Había sido una travesía larga, plagada de aventuras. La brújula siempre había señalado el norte, ayudándole a recorrer un planeta que agonizaba.

El reloj marcó las ocho, y descendió del barco. Ansiaba tocar tierra firme. Mientras se dirigía hacia su casa, en el bolsillo le quemaba una carta. Al recordarlo su mirada se cubrió con un velo de sombra.

El pequeño salón estaba repleto, al fondo ardía un fuego que a duras penas conseguía calentar el hogar. Todos se apartaron, dejándole paso. Se dirigió a la única habitación que tenía la casa. Le salió al paso el sacerdote. Llevaba en sus manos un libro de salmos y en su cara un rictus de dureza. Apartó al cura de un manotazo, no quería oír sus sermones en ese momento.

Abrió la puerta y allí estaba. Silenciosa, inmóvil, etérea. Sobre su rostro levitaba un velo negro como la noche. No era justo ocultar así su belleza. El dolor le golpeó, fuerte, duro y seco. La pérdida le sacudió, audaz y cruel, despiadada.

Ella ya no estaba allí. Había emprendido el viaje sin él. Y solo en ese momento, entendió la amarga despedida del que se queda.

Agneta Quill

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