Comedia,Relatos Cortos

La luz cegadora

El ambiente estaba cargado. Todo a mi alrededor estaba cubierto por una neblina espesa.

—¿Estás despierto? —preguntó una voz demasiado chillona para mi gusto.

Con mucha pereza acabé por terminar de abrir los ojos. La angustia se apoderó de todo mi cuerpo, y una luz casi cegadora me impidió ver con claridad. Cuando por fin conseguí contar el número de personas que estaban junto a mí, entré en pánico; todas giraban en torno a mi cuerpo.

Mi cuerpo…, no lo sentía. ¿Dónde me encontraba?

Con mucho esfuerzo conseguí levantar una mano; la sentía pesada, extraña. Señalé al vacío…

—¿Qué ocurre? —un hilo de voz salió de mi garganta.

Nadie contestaba. Volví a intentarlo…

—¿Dónde estoy? —grité.

—No te preocupes, terminará pronto — Alguien se giró.  

Como un resorte mi cuerpo reaccionó, y comencé a notarlo despierto. En mi mente comenzaron a acumularse un sinfín de imágenes. Veía fragmentos de películas de terror, oía los alaridos de las víctimas… Me grité a mí mismo: “Intenta recordar como lo hacen los protagonistas, tienes que salir de ésta”. Quería moverme, levantarme. La luz seguía cegándome y tenía diversos artilugios incrustados en mi cuerpo… Debía hacer algo.

—Necesito ayuda, no puedo controlarlo yo sola —la voz chillona me devolvió a la realidad.

De la nada aparecieron un número sin fin de manos que presionaban mi cuerpo, inmovilizándolo. Un rostro se acercó a mi cara, solo podía verle los ojos…

—Tranquilícese, señor Ricard. La intervención quirúrgica ha sido un éxito.

Agneta Quill

También puede gustarte...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *