Algo va a pasar... ¿Te atreves a mirar?
Algo está por suceder… ¿Lo sientes? En esta sección, lo inexplicable toma forma, y lo oculto se revela en susurros. Solo los más valientes se atreven a mirar. ¿Serás uno de ellos?
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Resonancia psicótica
"...Tic-tac, tic-tac. El reloj en la pared marca el tiempo como un corazón palpitante. Sus agujas danzan al compás de tus propios miedos. En cada rincón, te observan. En cada sombra, te acechan. Las paredes son testigos mudos en esta oscuridad..."
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La muchacha de verde
"...Se pasó las temblorosas manos por el cabello, cerró los ojos y permitió que todo el aire que había acumulado en sus pulmones saliera de golpe al exterior. La decisión estaba tomada y no tenía tiempo que perder. Cogió el móvil y marcó primero un uno, luego otro uno y terminó con un dos..."
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Reflejos a medianoche.
"Semioculto entre las sombras las observó: la más anciana, con la visión aún nublada por la conmoción, tomaba un sorbo de café; la mujer de seductora belleza, contemplaba pensativa la piscina, quizás buscando respuestas en los reflejos ondulantes del agua; la joven de mirada color avellana, apretaba su taza con extremada fuerza."
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Pétalos voraces
"...Encarnaba la tentación —la anhelaba—, la destrucción —me consumía—. Femme fatale que ocultaba un veneno mortal —lo bebía—, planta carnívora que escondía la oscuridad de su naturaleza insaciable —me engullía..."
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Inocencia
"...Ojeó de nuevo las fotografías: el desayuno derramado en el suelo, el cuerpo de mujer cosido a puñaladas..."
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Algo va a pasar... ¿Te atreves a mirar?, El cardo entre las rosas, Ficción, Misterio, Relatos Cortos, Romance
El cardo entre las rosas.
El sol de julio se filtraba a través de los cortinajes del despacho del Duque de Wellesley, augurando un cálido día en el condado de Somerset. Tres golpes secos en la puerta de la estancia anunciaron la presencia del detective
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La gallinita ciega
“¡Estoy tan hambrienta!” El sol primaveral de abril calentaba a todos en el jardín. Las rosas apenas habían abierto sus capullos, las margaritas se desperezaban buscando un rayo de luz, y la enredadera se curvaba cual serpiente buscando volver a la vida.
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Caballito
La habitación era de color rosa. Nunca le había gustado ese color. Estaba abarrotada de juguetes
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Mi bella criatura
La alegría reinaba en la casa aquella mañana. Todos estábamos desayunando en la cocina, Mel, mi hija mayor, devoraba las tostadas con un hambre voraz. La miré detenidamente, era bellísima con el pelo dorado y los ojos azul cielo.
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Garras
La oscuridad, el silencio le rodeaban. No conocía el lugar dónde se encontraba. Estaba perdido. Comenzó a faltarle el aire. El desconcierto de no saber que le tapaba la boca, qué le impedía respirar le estaba volviendo loco.